SU LEMA: ORAR, CALLAR Y SUFRIR
Este era el lema de la Hermana Cristina, un programa de vida maravilloso.
Lo tenía en todo momento a la vista, en papeles, apuntes, estampas y dibujos… lo escribía con todo tipo de letras… un lema que es vida.
Una asignatura aprendida en su fuente de origen, la Cruz del Redentor. Del “bálsamo que chorrea la Cruz” se llenó su corazón haciéndose canal fecundo para la Iglesia, su Orden y sus hermanos los hombres.
Orar por amor de Dios… callar por amor de Dios… y sufrir, sufrir, sufrir… por amor de Dios.
Amar con locura…. esa era su vida.
“La oración del alma humilde traspasa los cielos.
es como el agua, que mientras más profundo sea su nacimiento,
mayor es la altura que puede alcanzar”.
“La oración es como la respiración de alma”.
“La oración es como una llovizna que va empapando
y cala y no se dan cuenta y cambia hasta los planes de Dios”.
“Si supiéramos el valor del silencio…
ese silencio que calla, que hace como si no nos diéramos cuenta
y todo lo pone en manos de Jesús y María”.
“El silencio es la fortaleza del alma, es como una muralla
es el faro de la vida espiritual.
Un alma silenciosa es un alma tranquila, un alma de Dios”.
“Para guardar silencio exterior hay que tenerlo interior, porque si no,
lo considero yo como una jaula llena de grillos.
Más vale en muchas ocasiones pasar por tonta, como que aquello no lo ha comprendido”.
“El silencio endulza todos los caracteres y suaviza todas las acciones por ásperas que se tengan.
Yo veo por ejemplo a una hermana que por su carácter o circunstancias
no va a recibir una advertencia o consejo, o que en aquello puede haber confusión,
me parece a mí mejor callar y no decirle nada,
sino orar y si puedo hacer algún sacrificio por aquella intención. Ya verá el efecto.
Porque en las cosas de nuestro Señor nada hay violento. Nuestro Señor, es todo dulzura.
Fíjese en el pasaje del Evangelio de la mujer adúltera, cuando le dijo:
“Mujer ¿Dónde están tus acusadores?. ¿ Ninguno te ha condenado?.
Yo tampoco te condeno”. Aquí está el Corazón de mi Jesús, es todo AMOR.
La caridad para nuestro prójimo, no es nada de afrentarlo,
– en esto tengamos un cuidado muy grande -, aquello que no nos gusta,
pasemos como la mariposa, sin posarnos y menos detenernos en la imaginación;
eso hace muchos estragos, porque solamente Dios, sabe el interior de cada uno.
No podemos juzgar nada y menos detenernos. Esto, ni por chico ni por grande que sea”.
“Dejad, dejad obrar a Dios.
Callad, callad. Si es necesario las piedras hablan.
si no, es que no es necesario”.
“Poned celosías en la mente”.
“Callad, sentidos y potencias, no turbadme,
dejadme escuchar a mi Dios”.
“¡Oh, silencio! ¡silencio! ¡Qué sabiduría tiene! que los labios no saben nada, en comparación de la sabiduría del silencio”.
“El Amor es el que hace la cátedra de la Cruz”.
“Cruz preciosa, desconocida para el mundo,
pero para el que ama al Crucificado,
es Faro que alumbra la barquichuela de su vida”.
“El dolor a secas es dulce como el almíbar…
¿Qué tiene ese madero de la Cruz que chorrea fortaleza y dulzura y abre horizontes
en ese mar inmenso que es mi Dios?.
El licor en el mosto que deja la Cruz, que no conoce el mundo.
Y este licor tiene esta propiedad; desasirse de si, estando en si, y llenarse en lleno total
su centro que es Jesús Nazareno y ya se han encontrado los dos,
pero este encuentro ha sido con el licor de la Cruz”.
“Jesús mío me embriago en el oxígeno de las humillaciones”.
“Estoy contentísima con todo y veo en todas las cosas la mano de Dios;
no pierdo la presencia de Dios, tengo una paz muy grande,
aunque el cuerpo lo siente y algunas veces rueden las lágrimas,
las humillaciones es para mi el oxígeno de mi alma.
¡Cuánto enseña el sufrimiento y cuanto instruye al alma!.
Aquí no acabaría nunca de explicarme, esa alegría tan grande, ese consuelo
sin ver ni entender nada; nada más que por pura fe de que Dios lo quiere
me basta para estar contenta y alegre y hasta satisfecha, y luego nada más,
que tengo lo que tanto he pedido desde hace dos años y medio:
que me diera nuestro Señor toda clase de sufrimientos que en el mundo hubiere,
y nuestro Señor no se ha descuidado conmigo de mis deseos y súplicas
y todos los días no dejo de pedir que me de lo que Él quiera.
Sufro muchísimo, pero con mucha paz y alegría.
Que siempre cumpla la voluntad de Dios,
y que sea muy humilde, muy humilde, muy humilde.
Bendito sea Dios por todo,
Glorificado sea Dios por todo y alabado sea Dios por todo.
“Jesús de la agonía, haz que yo ame mucho la Cruz,
y que me abra a ella y que nunca me rinda por pesada que me venga…
¡Oh!, que yo viva del secreto profundísimo del Calvario. Esa es mi vida”.
“¡Espíritu Santo! metedme en las entrañas de la Cruz
que mi Jesús ha dejado en ella”.